Capitalismo comunista


eternacrisis

El hombre ha organizado su existencia como ha podido o si queremos expresarlo de un modo más científico  ha ordenado la parte material de su vida en la tierra basándose en el intercambio y administración de bienes y servicios de múltiples maneras, del modo en que las circunstancias, talento, fortuna y propio desarrollo evolutivo le han permitido. Podía pensarse que cuanto más primitivo es el sistema más injusto y brutal podría ser la antedicha organización vital y colectiva pero hay excepciones hasta impedir una regla mínimamente efectiva, sociedades atrasadas tecnológicamente pero comunitarias, felices y equitativas y otras avanzadas en lo material pero con tiranías u oligarquías manejando rituales de existencia y vida sangrientos. Así, dando tumbos, se ha despachado el devenir humano con ejemplos contemporáneos en cada estrato histórico de sociedades ejemplares e íntegras junto a otras nada reivindicables incluso vergonzantes éticamente hablando. De este modo y para terminar de confluir el debate  llegamos a la edad moderna de estos últimos siglos donde  los usuales sistemas de occidente terminaron por fundirse en uno denominado  capitalismo que recién estrenado etimológicamente sufre su primera degeneración endogámica a través de los excesos de revolución industrial que aprovisionó impensablemente a las esferas altas  de  la sociedad y en cambio engulló a las esferas bajas que aprovisionaban. Ello provocó ineludiblemente la irrupción del comunismo que en tal momento supuso un respiradero de justicia para estas clases más desfavorecidas. El comunismo terminó por sufrir sus propias degeneraciones  a la vez que se expandía territorialmente en dictaduras que  lo obligaban  como sistema único e indiscutible a una sociedad condenada. En el sector occidental capitalista tradicional el comunismo se reconvirtió en socialdemocracias que convirtieron ambos sistemas, capitalismo y comunismo, en simbiosis más justas.

En estas llegamos a nuestros días, hasta anteayer como quién dice, para toparnos con la caída del muro y del comunismo más amenazante, el colindante al capitalismo mismo. Y las aludidas sociedades simbióticas de capitalismo y comunismo también se ven afectadas paralizando el perfeccionamiento social y equitativo  que venían desarrollando hasta ese momento. Cae el comunismo y el capitalismo se hincha de orgullo y satisfacción, mostrándose sonriente y prepotente convencido de su inevitabilidad como sistema único, íntimamente ligado al hecho de ser hombre. Sólo puede quedar él, los demás son experimentos que tarde o temprano se muestran equivocados. Y mira por donde que el aludido proceso nos muestra la última de las degeneraciones de un sistema que nos sobrevivirá por su capacidad de adaptación constante pero que nos va matando por el camino, es decir el capitalismo se reinventa en su versión de sistema único e inevitable hasta la más grotesca de sus expresiones y muta hasta la situación que venimos sufriendo estos últimos años potenciada por dos compañeros de viaje descomunalmente vigorosos: La revolución tecnológica y la globalización.  Es de esta nueva situación de la que trato de hablar en el presente artículo, la de la uniformización ciudadana que ha supuesto esta vertiente más salvaje del capitalismo. El imperio de las empresas multinacionales ha sido santo y seña del sistema capitalista pero la amenaza del vecino comunista y un modelo tecnológico y global mucho más tierno que el actual hacían de este imperio un sistema casi bendito para el ciudadano. Frente al universo gris, monocorde y preso del comunismo el capitalismo constituía su manifiesto contrapunto, un ejercicio de libertades, ciñéndonos al aspecto material el súbdito capitalista obtenía todo aquello que su universo de gustos pudiera abarcar, la creatividad al servicio de la voracidad consumista. Todo tipo de artículos y servicios para todo tipo de consumidores. Y vio Dios que era bueno. Es cuando tras la relatada caída del comunismo más cercano y consecuencias hemos llegado a la variante más grotesca del multinacionalismo capitalista. Cada vez menos multinacionales y más globalizadas. Con los acuerdos antimonopolios en vigor las empresas son más monopolísticas que nunca. Se diría que aún inconscientemente han acordado producir y servir lo mismo. Los colores del parchis: Se produce y sirve en amarillo, rojo, verde y azul pero se produce y sirve lo mismo. Bajo una apariencia de competencia todo se ha uniformizado hasta el extremo. El ciudadanísimo del primer mundo capitalista hipermoderno come, viste, vive y se divierte igual. Tenemos las mismas camisas y zapatos, los mismos muebles en casa, nuestros hijos juegan con los mismos juguetes y los coches son casi idénticos, blancos, negros o grises. Y me pregunto: ¿En qué nos diferenciamos de los ciudadanos comunistas?. Aquellos, paradigma de la uniformización castrante tantas veces vilipendiada históricamente, si lo piensan bien tienen muchas de nuestras características actuales. En ellos es el sistema y el partido con las directrices marxistas los que determinan los modos de vida colectivos. Utilitarios desvencijados, dos o tres repuestos de ropa, abastecimiento nutricional básico convertían a los humanos en máquinas o muñecos. Ahora tenemos setecientas camisas iguales fabricadas de la misma manera, nos acodamos en las mismas mesas y sillas de IKEA donde guardamos nuestros pantalones iguales mientras engullimos la comida rápida standard o llenamos la nevera con prefabricados envasadísimos y productos naturales de lo más artificial.


Piensen en nuestra vida actual y reflexionen si en cada aspecto de ella no  está una mutinacional superglobalizada fabricando en asia  detrás. Piensen en cuando dejamos de decidir, en qué momento tras los miles de productos que jalonan  nuestra existencia nos convirtieron también en muñecos o máquinas. La  simbiosis dejo de ser perfecta y tornó en perversa. El capitalismo comunista que nos caracteriza. Pues bien, creo en el hombre y sigo creyendo en el hombre y no desisto en tener una última esperanza en que nos reinventaremos una vez más, al menos esa facción creativa e indómita de la especie humana asomará la cabeza ilustrando una salida y el hombre la seguirá, y hablaremos de otras cosas. De una era más ilusionante, de un color nuevo que nos identifique donde ser igual y vulgar, un mero consumidor final pase de moda y seamos nosotros mismos quienes decidamos nuestro destino. Ese día llegará bajo un nuevo sistema que lo caracterice y defina y espero estar allí para escribir sobre ello.  




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