Efecto idiotizante

eternacrisis



Hace ya algún tiempo mi querido y finado padre me espetó en una jornada probablemente resacosa cuando devoraba con fruición el primero de los grandes hermanos televisivos: "Parece mentira Ugutz, con lo que tú eres, cómo puedes estar viendo esto....", mientras  yo, sin saber muy bien qué contestar, no dejaba de mirar mi programa hipnotizante. Durante un tiempo me mantuve furtivo en este y otro tipo de gustos no supuestamente edificantes pero un miembro de mi cuadrilla de entonces me iluminó de justificaciones y dejé de ocultarme hasta el punto de acuñar el término que alumbra el presente artículo. Y es que el susodicho y antiguo amigo desafió sin pestañear el sacrosántico ideario cuadrillil al admitir que por encima de música underground con h, sonidos vasquísimos, decibelios de garaje y actitudes antisistema y auténticas le encantaba la música de ABBA.Yo lejos de horrorizarme como el resto del contubernio de amistades pensé: Olé tus huevos, con dos cojones. Le apoyé, no exactamente en sus afinidades melómanas sino en reconocer lo que verdaderamente nos gusta por encima de lo que nos debe gustar en el contexto de turno. El efecto fue inmediato y empezaron a aflorar las horteradas que escuchábamos en la clandestinidad y de repente mi grupo, una caverna de osos pardos y machos alfas, reunió una discografía como para amenizar una maratón del orgullo gay.

Al hilo de lo anterior reflexioné porqué entre mis aficiones más reivindicables se hallaban otras a las que podía dedicar hasta más tiempo y que no encajarían en el patrón del supuesto intelectual que soy. Un día cual Arquímedes y su eureka dí con el concepto que lo explicaba todo: El efecto idiotizante. Me explico, con el paso del tiempo me he dado cuenta de que la busqueda de la banalidad como canalización de ocio es una de las constantes en mi ya cuarentoñera vida. Por supuesto que soy un ávido lector y me interesan las profundidades de las inquetudes humanas pero ello no forma parte de mi entretenimiento sino que lo llevo insertado como característica fundamental de mi personalidad, me acompaña a todas horas y creanme: Me resulta agotador. Hay días en que me encantaría tener enchufes en mi cuerpo que me lograran desconectar como un cyborg, a falta de ello he desarrollado un arma que me permite poner los pies sobre la faz de la tierra sin desmayarme y es el aludido efecto idiotizante. Es decir, después de un arduo día de convivencia conmigo mismo encender la tele y tragar programas rosas hasta el punto de no saber contestar qué he visto cuando me lo pregunten. Perseguir un balón con la mirada hasta el corner sin saber el nombre de los jugadores o   por contra y tratándose del Athletic conocer hasta el horóscopo de sus integrantes. Banalidad, Dios mío bendita banalidad que me recarga las pilas o bien las funde del todo, no sé bien pero que al fin y al cabo me permite llegar al día siguiente con una satisfacción vital que cotice en bolsa.

Lo expresado no es sino el argumentario personal del que escribe, un superviviente más con los días contados pero lo proclamo a los cuatro vientos como manifiesto para el que lo quiera seguir. Todos sabemos lo doctos que nos mostramos en las encuestas cuando trasladamos nuestras opciones de ocio: Reportajes de leones en la 2, divulgaciones de física cuántica, películas de culto....Dejamos la prensa amarilla, el furbo, los bingueros y la pornografía a salvo del polígrafo y de tipos demasiado sinceros que reconozcan sus preferencias por ABBA. Y hacemos mal, porque quién más quién menos debe descansar de su putocurro, facturas, gastos, capullos sociales y de sí mismo y si no lo hace con el ocio más ilustrado del momento no avergonzase por ello porque al fin y al cabo es lo que le mantiene vivo y además no engaña a nadie, ni a sí mismo siquiera. Y si lo proclamamos pues mejor, desplazando ese telón hipócrita que pretende hacernos pasarnos por sofistas con túnica cuando lo que nos priva  en realidad es divertirnos en bermudas en una fiesta con paellas. Aparecerá entonces una platea con millones de seres humanos muy parecidos a nosotros a los que les gusta ABBA, el furbo, la prensa amarilla, los bingueros y la pornografía, y podremos mirarnos a los demás y a nosotros mismos y decir que somos supervivientes razonablemente satisfechos de ocupar este espacio y tiempo que nos ha otorgado la providencia.  

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