Objetivos paternidad

eternacrisis


Y resulta que soy padre. Y resulta que siempre he querido ser padre aunque en ciertos periodos de mi vida distorsioné esta voluntad hasta hacerla irreconocible. Y resulta que lo soy de dos churumbeles vikingos de cinco y tres años que me traen a buen vivir aunque tormentosillo en ocasiones por esas hormonas sin pubertad que se calzan y que son las más explosivas del mercado. Y resulta que, cómo no podía ser menos de un tipo que reflexiona hasta de los derechos existenciales del pimiento verde, que me pregunto qué debo hacer con ellos, cuál es mi responsabilidad y papel en su futuro deambular vital.

Pues también resulta que, como tampoco podía faltar, no tengo las respuestas. Me limito a unos principios básicos que creo almacenar de partida  y al inefable "tirar palante y ya se verá". Y me temo que estos planteamientos son legión en el contubernio paterno incluyendo en el mismo a nuestr@s querid@s acompañantes de tan ardua tarea.

Obviamente no pretendo dar lecciones a nadie, aunque quisiera no me lo puedo permitir, sólo hacer partícipe al lector (sea padre/madre o no) de mi experiencia al respecto y de las conclusiones que he ido sacando y que sigo sacando a día de hoy. De tal modo percibo en la era de autos dos corrientes de las que trato de escapar como correcaminos del coyote. La primera es la tendencia se diría atávica de utilizar a nuestros hijos como objeto de realización personal. Useasé, lo que no logré como joven ni adulto ni probablemente logre en lo que reste de vida lo he de conseguir con los frutos de mi descendencia. Completar mi autoestima, adquirirla inclusive, con los méritos de mis vástagos. Yo, que no le hacía un gol al arco iris, soy el progenitor del nuevo Messi. El mismo que con un tortuoso caminar académico es el padre del señor o señorita cum laude. O el insatisfecho y maltratado sujeto laboral que tiene en sus retoños al orgullo de la nación que nos sacará de la crisis o al menos una cuenta con muchos ceros de la que tirar porque yo le puse donde está. Por no hablar de los continuistas de estirpes legendarias que no permiten que nada ni nadie ose quebrar la inmaculada línea familiar. La segunda corriente es el seguidismo de las modas sociales y morales tan al uso en términos de paternidad, si antes la letra con sangre entraba y no sólo en la escuela ahora es la dictadura de los niños a los que la represión traumatiza y con los que hay que dialogarlo todo produciendo una claudicación a los intereses del infante/joven/niñato por falta de fuerzas e imposibilidades coercitivas. Del mismo modo la sobreatención con los hijos es tan exagerada que preveo un futuro con órdenes de alejamiento para con los padres por su cuasiacoso filial, contrasta la moda con la distancia sobre todo masculina y paterna que caracterizaba a la educación en épocas pretéritas. En fín, que sin ser inmune a las corrientes aludidas (no dejo de ser un humano más) sí que las percibo como nocivas y trato de evitarlas o al menos me afecten lo menos posible.

Dicho lo cual y expuestos los polos de los que huyo expongo ahora el humilde ideario que abrazo, breve y elemental por otra parte. En primer lugar, y no descubro nada, quiero que mis hijos sean felices. Por obvio que parezca, con frecuencia nos topamos con padres que en el fondo buscan su felicidad personal y no la de sus retoños. Lo enlazo con lo relatado sobre carencias de autoestima que se tratan de paliar con hipotéticos logros de los hijos. Y para conseguir esa felicidad filial de la que hablo hay que conocer a nuestros hijos, sus inquietudes profundas, ambiciones sinceras y respetarlas. No se trata de sucumbir a sus caprichos porque ademas de deformadores de la personalidad no son esos caprichos lo que realmente quieren ni les procuran felicidad alguna sino de escucharles para conocer aquello que les hace sentir mejor. Obviamente nuestra experiencia y porqué no decirlo también nuestra ideología y propios principios condicionarán este respeto inicial, ello es humano y no necesariamente malo, pero no podemos permitir que tapen que el objeto de la felicidad de nuestros hijos tienen el sujeto en ellos mismos. Ello es así aunque nos rompan esquemas, planes preconcibidos y parte de nuestro ideario (la parte no básica e infranqueable del mismo). Si no lo respetamos estaremos cayendo en lo referido de buscar nuestra felicidad y no la de ellos. En segundo lugar, pretendo que mis hijos desarrollen toda su potencialidad, que expriman en lo posible las cualidades y capacidades con las que han sido dotados, no tanto que sean los profesionales del año y portadas de triunfadores sino que lo que la divina providencia haya tenido menester otorgarles no se quede en el tintero. Les lleve a donde les lleve. Por supuesto que aspiro a que sea lo más lejos posible (no tanto en términos monetarios como en aportaciones a la sociedad) pero no les torturaré con la explotación de unas capacidades de las que carezcan y que solo me satisfagan a mí. Con que adquieran la mayor cantidad posible de conocimiento (aúténtica herramienta de defensa ante la vida y disfrute de la misma) compatible con un estado de satisfacción personal y unas capacidades dadas me puedo dar por complacido. En tercer lugar es mi deseo producir (entiéndase el término) seres convivientes en sociedad, no comprendo esos padres amantísimos de sus hijos a los que proveen de todo lo habido y por haber que son auténdicas bombas sociales, seres creados contra seres anclados en su burbuja familiar. Quiero que mis hijos sean buenas personas, con principios, sensibilidad y empatía hacia los demás orientados a mejorar la sociedad en la que viven.

Esto es todo, muy sencillo y a la vez la cuadratura del círculo. Sé que como tipo notablemente imperfecto que soy, cometeré errores y no siempre seré consecuente con la doctrina que predico. Al menos me quede siempre el viejo axioma que aprendí en aquellas viejas clases de derecho natural cuando el manual y el profesor explicaban que lo verdaderamente importante para nuestros hijos, cometamos los errores que cometamos los padres, es que aprecien de corazón que todo lo que hicimos lo hicimos por un amor positivo y profundo hacia ellos.





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