Revolución biológica que vendrá
Examinado
ya el devenir humano en este repaso express que acabo de trasladar
les presento el motivo del actual artículo y que el que escribe
considera constituirá la próxima revolución, probablemente la más
importante de todas, la biológica. Cierto es que la ciencia ha
logrado subir la esperanza de vida del hombre hasta rondar, al menos
en occidente, los ochenta y que la calidad en los años de su
existencia se ha visto incrementada notablemente pero de lo que hablo
es de un logro considerablemente mayor. Hay expertos que pronostican
que las investigaciones lograrán detener la degeneración celular
para el año 2040 poco más o menos. Se supone que no envejeceremos,
se curarán todas las enfermedades y la muerte sólo acaecerá tras
un episodio traumático. Cierto es que los científicos más
rigurosos ponen esto en duda y defienden que no hay ninguna garantía
de que esto ocurra o al menos que suceda en las fechas que se indican
pero imaginemos que es así, ¿Cómo afectaría a la existencia
humana?, ¿Cómo sería la realidad del hombre en esas
circunstancias?. Es apasionante al menos pensarlo y un reto
imaginar el mundo entonces.
Ya
puestos, con la supresión de una barrera biológica y la finitud de
la muerte es lógico pensar como primera consecuencia en una
superpoblación en la tierra, si la natalidad se mantiene en los
términos actuales, moderada en occidente pero no así en otras
latitudes, será obvio que los recursos del planeta tarde o temprano
no estarán garantizados para todos. Habrá que limitar la natalidad
al extremo incluso prohibirla o buscar esos recursos en otros
rincones del universo, colonizar planetas habitables. De otro modo
por mucho que se logre optimizar la superproducción no será posible
satisfacer a la población, ni siquiera en occidente. Otra cuestión
es la del propio concepto jubilación y el de la vida laboral. Es
claro que si no existe un declive físico ni intelectual no se da el
supuesto hecho para cesar en la actividad profesional, además si el
sistema actual está dando bocanadas pidiendo una revisión porque la
población activa apenas puede sostener una clase pasiva creciente en
número con una progresivamente mayor esperanza de vida imaginemos un
panorama con un estamento pasivo casi infinito y sin límite en el
tiempo si mantenemos la jubilación a los 65 años. Habrá que
trabajar para siempre, quizás con periodos intercalados de
excedencias pensionadas justificadas por puro descanso psicológico.
En definitiva con estos dos apuntes señalo los problemas más
elementales a los que la inmortalidad abocaría a la humanidad desde
un punto de vista meramente material.
Pero
hay más, ¿Cómo sería la cultura, la religión y los valores en
ese contexto?. Culturalmente los grandes vértices sobre los que ha
girado la producción artística el amor, el dolor y la muerte
virarían ciento ochenta grados. De un plumazo el dolor y la muerte
dejarían de plano de constituir las dos grandes referencias que han
supuesto históricamente y el amor también se vería ineludiblemente
afectado, ¿Amaríamos eternamente a la misma persona?, por fuerte
que fuera nuestra unión es difícil hasta imaginarlo. Habría que
depurar los conceptos artísticos, habría que ceñirse a la propia
existencia como referente de un motivo sobre el que escribir, o
producir artísticamente. El concepto existencia al que ya me he
remitido en anteriores artículos.
¿Y
qué me dicen de la religión y los valores? , propiamente la
religión al dejar de constituir el garantizador de trascendencia
perdería una de sus grandes razones de ser, simplemente se
sostendría como decálogo esencial de un concepto del bien y del mal
pero sin los aludidos premios de trascendencia o su revés del
castigo eterno los creyentes carecerían del gran reclamo para optar
por la religión como guía de sus vidas y sin duda ésta perdería
buena parte de su influencia cuando no su propia capacidad de
pervivencia. Los valores mismos cambiarían por completo, la vida se
materializaría en extremo, la muerte y el dolor dejarían de ser
factores de sensibilidad social e individual y posiblemente lo
políticamente correcto tornara particularmente axfisiante.
En fin, se me ocurren mil variantes más de aspectos que evolucionarían o simplemente se modificarían, daría para uno o varios libros solamente el hecho de plantearlos. Sé que algún lector puede tomar como desvaríos lunáticos elucubrar sobre esto, algunos seguro que lo utilizarán para desacreditar planteamientos incómodos de mis propuestas ideológicas pero no tengo duda de que los mismos que tornan incrédulos sobre lo expresado acerca de la venidera revolución biológica son aquellos que reían escépticos a cualquier pronóstico que anticipara los logros de las revoluciones política, industrial y tecnológica que menciono al inicio del presente artículo. En cualquier caso sólo espero que sean las circunstancias que sean en las que el hombre afronte su existencia logre en algún momento estar orgulloso de sí mismo desde un punto de vista moral, esa moral que todos conocemos aunque no sepamos siquiera describirla.
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