Alcoholismo reivindicable


eternacrisis


Por favor ruego al lector que acoja el presente artículo desde una perspectiva distanciada y a poder ser humorística si es que ya nos queda algo de sentido del humor en este país. No es una oda al alcoholismo patológico que destroza familias y arruina vidas enteras sino otro punto de vista, vuelta de tuerca si se quiere a la creciente ola de neopuritanismo que nos invade. Sí, es la reivindicación de la cañita en el bar a media tarde y dos o tres si hace falta mientras los críos juegan con amigos del cole en los insufribles columpios, auténticos elementos de tortura para padres por otra parte. Y uno observa cómo uno con esas dos o tres cañitas pelea para que su churumbel no acapare el espacio lúdico obligándole a bajar del balancín mientras espera otro niño, ello cuando la del nestea, pica peque, cafecito descafeinado para toda la tarde, cerveza sin y exquisiteces varias desaparece después de presionar todo lo posible para apochetar al nene o nena en el columpio de marras hasta que el niñìsim@ lo abandone tres horas después tenga la cola de espera que tenga. Y el incívico es uno, con esas dos o tres cañas frente a la abstemia de los potitos de broccoli que lleva a los niños a la playa vestidos de astronauta no vaya a ser que les de un rayo uva de más y le suba el cáncer de piel y hasta el colesterol al chiquitín.

Y el ejemplo sólo es uno más desde mi recién estrenada condición de padre, paradigma del neopuritanismo que describo. Pero hay más, el neopuritanismo está en todas partes, en el hijo farrero que le gusta divertirse frente a los que lo lapidan como echado a perder, lapidadores que juegan a la bonoloto todas las semanas, se acuestan a las once como buenos chicos y van al gimnasio o a las panadería-cafeterías. La versión moderna de un delirio medieval que terminó condenando herejes o quemando brujas en el nuevo mundo. Es siempre lo mismo, la venganza de los frustrados, de los que ven en el divertimento ajeno una afrenta a su propio aburrimiento. Lo visten de moralidad como referencias ineludibles de la virtud que sin duda son. Y esto que va y viene a través de la historia se presenta en nuestra era bajo nuevos tintes. Ya no es la religión la anfitriona del marcador ético, ahora es más bien la salud, una idea de status social y el hiperproteccionismo que nos calzamos con los hijos las que pautan las reglas para todos que pretende imponer el nuevo puritanismo. Obviamente ya no se mata ni ejecuta a nadie, ni se condena al infierno eterno, ahora el castigo es más sutil: La marginación social. “¿Has visto ese?, Ya se ha levantado tres veces a pedir, así ha salido el niño claro” y la marujada cierra filas puritanas entre sí y sus congéneres no permitan filtro alguno que provoque la entrada de microbios en sus sacrosantísimos hijos bien educados en el rechazo a lo que no sean ellos mismos. En esto se ven reforzados por la hipocresía característica de los sistemas democráticos occidentales donde nadie bebe, fuma ni dice palabrotas en público y ni tan siquiera reconoce hacerlo, lo cual refuerza a estos neopuritanos que toman esta circunstancia como señal inequívoca de que su moral castrante es la oficial. 

Y el alcohol es bueno, es buenísimo. Reitero que descarto el consumo excesivo con consecuencias violentas o que puedan llegar a condicionar fatalmente el entorno más cercano pero el alcohol a mí me lo ha hecho pasar muy bien. Por supuesto que sin beber uno puede pasárselo bien pero bebiendo también, mejor en determinadas circunstancias. Gracias al alcohol he podido tener pareja y mejorado relaciones, un tímido severo como es el que escribe. Me he reconciliado y he profundizado en afinidades gracias a los efluvios etílicos. Es verdad que hay una cara B que produce también problemas sociales pero no dejan de ser versiones de uno mismo que el alcohol pone de manifiesto y que invita a suprimir o pulir en personas saludables. Reivindico el alcohol en personas que saben beber, en ellas el alcohol ha hecho mucho bien. Lo mismo que lo rechazo en aquellas otras a los que el alcohol despierta el gremlin que llevan dentro. Pero no se puede hacer pagar a justos por pecadores. No se trata de perseguir el vicio o cualquier asomo de él en venganza por la propia mediocridad frustrada o el aburrimiento recatado de seres insatisfechos.

Bebamos, bebamos que mañana moriremos. Seamos buenas personas, educando a nuestros hijos en la solidaridad y el respeto pero por favor, repito, divirtámonos y dejemos divertirse a los demás que la vida es breve y una persona contenta contagia felicidad y convierte a una sociedad en menos peligrosa. Por supuesto si alguien no necesita beber para divertirse y se divierte sin mirar lo que hacen los demás que no beba, ole por él también. Pero mientras no caigamos en excesos indeseables no juzguemos gratuitamente al prójimo y disfrutemos del alcohol, de la cerveza sin, de la fiesta y de la siesta. Hasta nuestros hijos nos lo agradecerán.



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