Nuevas democracias representativas


eternacrisis


Del griego “Demos”, que significa pueblo y “Kratos”, que significa gobierno. Useasé “Gobierno del pueblo”. De la cultura helena proviene no sólo el término sino el concepto en sí mismo, democracia, que el gran Platón jerarquizó en el cuarto lugar entre las cinco formas de gobierno a las que un ciudadano podía exponerse. Es decir, que no tenía precisamente una elevada percepción de las virtudes de la democracia como modo de dirección de sociedades. Y es que la aludida percepción no coincide con la que entendemos hoy en día. La democracia constituía el gobierno del pueblo en su sentido más literal. El pueblo es todos los ciudadanos de la polis, y cuando digo todos es todos, no los miembros representativos de los mismos, repartiéndose por espacios de tiempo estas obligaciones de gobernanza. Se comprenderá que por mucho que el nombre de ciudadano sólo pudiere abarcar una parte minoritaria de la sociedad (había que excluir a mujeres, extranjeros, niños, esclavos y demás)  no dejara de suponer la delegación de la gobernanza de la polis en demasiados elementos como para evitar el matiz caótico del asunto. Se comprende hasta cierto punto la mala prensa que podía tener la democracia para un pensador como Platón.

Desgraciadamente, la evolución histórica habría hecho buena la peor de las democracias por caótica que fuera. El modo preponderante en la antigüedad de manejar los designios humanos pasó por tiranías, oligarquías, aristocracias en las que el interés de los gobernados no era el preponderante y sí el de los gobernantes. Según avanzan los siglos se va imponiendo una mayor racionalidad, la representación asamblearia va dotando de equidad a la gobernanza pero siempre el interés velado no es el general sino el de los estamentos privilegiados. No es hasta la revolución francesa y la caída del antiguo régimen cuando se empieza a vislumbrar algo de luz en este sentido. A lo largo del siglo XIX se instaura el sufragio censitario como forma de representatividad lo cual deriva a los ciudadanos censados (nuevos privilegiados)  la posibilidad de elegir y/o ser elegido, vía intermedia hacia una representatividad más global y justa amparado en el sufragio universal, todos los ciudadanos mayores de edad no incapacitados pueden ahora ser electores y elegibles. Es lo que con mayores o menores vicisitudes tenemos hoy en día. Nadie discute este sistema sobre todo porque las alternativas dan miedo y a su manera ha funcionado lo suficientemente bien como para dotarnos de una vida con las necesidades materiales relativamente cubiertas, sobre todo si lo comparamos con otros lares y otros sistemas.

En estas llegamos a lo que viene aconteciendo estos últimos años, auténticamente revolucionarios por otra parte. La caída del comunismo en la antigua unión soviética ha supuesto un descrédito infinito de este sistema y la consiguiente euforia de su adversario natural, el capitalismo, que ha llegado a creerse único e indestructible, ha provocado la enésima degeneración del mismo y la aparición de los denominados populismos al rescate de las clases medias, auténticas olvidadas en los objetivos de los dirigentes pero que tiene en el voto masivo su mejor arma. Me interesa lo sucedido en España y en concreto lo que se viene en llamar nuevos partidos. Y son éstos los que han revolucionado los sistemas de representatividad acogiendo una variante depurada e interesante de los mismos con la inestimable ayuda que ha supuesto la revolución en la tecnología de las comunicaciones. De tal modo estos nuevos partidos emergentes y sobre todo uno de ellos, Podemos, supone un emblema en este sentido. Sin apenas medios financieros ni sostén mediático alguno se han incrustado de pleno en la realidad parlamentaria y representativa hasta configurar casi la mayor fuerza de oposición al partido del gobierno. Todo ello en un tiempo record recogiendo el desencanto de un sector de la sociedad y casi hasta de una generación entera que de otro modo no habría participado en política. Pues bien, al margen de su inusitado advenimiento los modos de participación y toma de decisiones en esta formación me suscitan el mayor interés como evolución y perfeccionamiento de los sistemas de representatividad tradicionales del siglo XX. El que creíamos mejor sistema posible, con unos representantes elegidos por el conjunto de la ciudadanía bajo la condición de cumplimiento de un programa político resulta que no, que cumplen lo que cumplen del referido programa político. Al final toman decisiones que desconciertan a sus propios votantes que no se sienten precisamente representados. Leyes, normativas, decisiones en definitiva desamparados del criterio del que les votó. No es que esto sea lo más usual pero el desencanto del que hablo seguro que es reconocible en muchos de los lectores de este artículo. En definitiva, el votante no se siente reconocido en el partido que votó o en alguna de las decisiones que toma. Esto viene siendo así desde hace tiempo y el referido votante ya lo acoge con un cabreo resignado, como si en el fondo no pudiera ser de otra manera, lo más ese porcentaje de votos nulos y la abstención que figuran en cada cita electoral pero que ha llegado a estabilizarse hasta formar parte de una realidad más del sistema.


Pues va a ser que no, que queda un resquicio un respiradero para que la representatividad sea más efectiva y real y  en mi opinión, ello lo constituyen los procesos de voto telemático en el que todos los inscritos previamente en una web acondicionada para ello puedan participar en la toma de decisiones de su partido. Si bien es exagerado consultarlo todo sí que las líneas maestras ideológicas, estratégicas y funcionales, así como las grandes decisiones  deben pasar por el debate y elección pública para que un partido pueda considerarse plenamente representativo. Y esto es nuevo y con las nuevas tecnologías hasta funcional, de modo que eliminando los inconvenientes que surgen y que puedan ir surgiendo en el futuro suponga la representatividad del mañana. Dejar de lado el que tras depositar el voto uno pierda toda influencia en los dictados de la agrupación que eligió y pasar, en cambio, a formar parte activa de, como digo, los esquemas básicos de la formación política de nuestras preferencias. Sospecho que esto de lo que hablo es algo que ha cundido antes y mejor en los jóvenes y las nuevas generaciones que vienen que en los estamentos tradicionales y dominantes que cumplen ya unos años. No obstante creo que tarde o temprano deberá ser moneda de uso para toda formación política que pretenda subsistir en la nueva política. Nuevas democracias traerán nuevas representatividades. Y sino al tiempo. 

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