Desde que el hombre es hombre, sujeto consciente de su finitud, ha necesitado una supraentidad protectora que le ampare de las coordinadas que marcan su existencia, es decir, el dolor y la muerte. Y ha ido buscando sus respuestas. El primitivo homo sapiens y evoluciones prehistóricas posteriores se encomendaban a esta supraentidad dotando de divinidad a todo su entorno, en lo que viene a conocerse como animismo. Poco a poco fue depurando sus invocaciones, ciñéndose a dos o tres conceptos que ellos consideraban los principales por majestuosidad, presencia o influencia en sus vidas como el sol y la astrología, los fenómenos meteorológicos o los desastres naturales. Con frecuencia aún en civilizaciones más adelantadas se ofrecían sacrificios, animales e incluso humanos, para aplacar la ira de los dioses o lograr sus favores. Todo esto lo conocemos como el paganismo, misticismo primitivo como preludio a las grandes religiones que irían s...